29.3.07

Meme

Recojo el ofrecimiento de Álvaro Valverde y propongo ahora mi meme literaria, creyéndome así que formo parte de una pequeña Galaxia Gutenberg, en donde esa página 139 y las primeras cinco líneas del segundo párrafo se interconecte a un universo mucho más amplio. El meme pertenece a la novela El Palacio de los Sueños, de Ismaíl Kadaré:

Allí estaban, aquellos eran los famosos portadores de sueños que él había imaginado cuando niño como correos celestiales, recorriendo los senderos del Imperio sobre sus carrozas azules. Una parte de ellos tenían manchadas de barro no sólo las botas sino incluso los codos y hasta los…

Envío la propuesta a David Vegue, Sergio Sastre y Antonio García.

27.3.07

Poesía necesaria

La poesía no es útil, sino necesaria. Lo dijo un paisano mío, y yo lo sigo suscribiendo. ¿De qué otra manera podemos llegar a entender su especial forma de leer el mundo? Lo útil forma parte de otra cosa. Su utilidad, también, y expresarlo así, sin ambages, no es situarse en el parnaso, construyendo una ficticia y trasnochada torre de marfil. Ay, si con eso contaran los que desde hace tiempo han monopolizado la literatura española actual... Lo útil es el beneficio que han obtenido, y siguen obteniendo, de la creación literaria. No digo, al final, lo que dijo Benet, aquello de que la calidad literaria es inversamente proporcional a la fama. Sería negar al mismo Dostoyevski. Palabras mayores. Y sin embargo ¿qué hay de las palabras menores, aquellas que no existen por mero trámite, aquellas que no han jugado a ser lo que no son? Me acuerdo, entonces, de mis amigos escritores, de David Vegue, de Sergio Sastre, de Miguel Ángel Miñana, de Javier Morales, de Antonio García, de mí mismo. A nosotros nos tocará hablar de lo que no existe, como Camus, y sentarnos frente a la página con la esperanza de seguir siendo lo que somos.

26.3.07

Everyman

Elegia, de Philip Roth, no es un libro sobre la muerte. Apostaría que si así hubiera sido, su personaje principal (su nombre no importa) habría salido mejor parado. No olvidemos que la crítica le ha reprochado a su autor su actitud inmisericorde con el protagonista. Yo no diría tanto, porque el personaje no existe, es alguien invisible. De hecho, pocas veces he leído una novela en donde el supuesto personaje principal sea una presencia de tan poca importancia. Y, sin embargo, es un elemento imprescindible de la cadena, alojado en la incómoda posición de ser alguien que no importa y, no obstante, se considera necesario (tenemos ejemplos: K, en Kafka, o Mark-Alem, en Kadaré). Él nos conduce a la verdadera intención de la novela, diciéndonos que nada de lo narrado tiene que ver con la mortalidad, sino con el miedo a desaparecer. No importa la huida, sino la conciencia de la huida, el sabernos finitos, amurallados. Lo que importa no es la muerte, sino el miedo a perder la vida. ¿Y qué hay más vital que reconocer los ritmos de su ciclo? Es entonces cuando descubrimos (también el autor) que el papel mojado no perdura, porque su rigidez nos hace conscientes de la existencia de una última página.

20.3.07

Tren de tarde


¿Por qué en muchos de los cuadros de Paul Delvaux los personajes que aparecen nos dan la espalda? Acaso para que su mirada sea también la nuestra, haciéndonos esperar en lugares inusuales y por eso inhóspitos. Y sin embargo nunca esperan nada. Sólo están absortos, mirando de frente el inmenso agujero que configura el vacío. Tampoco esta muchacha espera el tren. Si fuera así, ¿por qué no se ha situado al otro extremo de la vía?

19.3.07

El lector invisible

Aunque se haya demostrado lo contrario, o eso creo, la teoría de que Fonollosa bien pudo ser un heterónimo de Pere Gimferrer me sigue resultando del todo atrayente. ¿Y si fuera al revés? ¿Alguien imagina a Gimferrer como un personaje del primero? ¿Podrá alguien dilucidar en un futuro quién de los dos existió realmente? ¿Haremos de la literatura un espacio invisible, del creador, un holograma? Acaso entonces descubriremos que la lectura es lo único real, y que novelistas o poetas sólo se deben conforman con leerse a sí mismos.

18.3.07

Wislawa Szymborska

Charco

Recuerdo muy bien ese miedo infantil.
Evitaba los charcos tras la lluvia,
sobre todo los recientes.
Alguno podría no tener fondo,
aunque se pareciera a los otros.

Me meto y de pronto me caigo,
comienzo a volar hacia abajo,
y más y más abajo,
en dirección a las nubes reflejadas
y a lo mejor más allá.

Luego se seca el charco,
se cierra sobre mí,
y yo atrapada para siempre -dónde -
en un grito que no sale al aire.

Solamente después llego al entendimiento:
no todos los accidentes
siguen las reglas del mundo,
y aun si lo quisieran,
no pueden suceder.

(traducción de Gerardo Beltrán)

12.3.07

Liceu

Volver al Liceu fue una experiencia magnífica. El viernes pasado, para más señas. La ópera, Boulevard Solitude, basada en la novela Manon Lescaut, del escritor francés Abate Prévost. Fue todo un lujo, ya digo, ocupar una de las localidades del auditorio y reclinarse sobre el asiento, compartiendo la mirada entre el escenario y la pequeña pantalla donde se subtitulaba la obra. Aunque la butaca estuviera en el quinto piso, el gallinero, y uno tuviera que achinar los ojos para distinguir los gestos de Manon Lescaut. Si bien la trama se aceleraba de manera vertiginosa y no se pudiera encajar todas las piezas, los artistas en el escenario formaban un marco incomparable, un auténtico cuadro de Paul Delvaux, dedicándose a deambular por un mundo que apenas poseían, por frenético y desquiciado. Y todo ello armonizado por una orquesta magnífica, la única banda sonora (dodecafónica) que aceptan los seres humanos que intentan habitar una ciudad y al mismo tiempo no dejar de enamorarse en un lugar clandestino, a mucha distancia de la vida y del escenario, el mismo escenario en donde la gente no puede sobrevivir si el boulevard que ocupan es un agobiante callejón solitario.

El mar II

Se veía el mar desde Paseo de San Juan-Industria, situándose uno en el centro del Paseo. Pero el rascacielos de la compañía del Gas lo ha tapado. Por eso ya no se ve.

(Respuesta de Vila-Matas)

7.3.07

El mar

Leyendo a Vila-Matas descubrí que sólo desde un punto del paseo de Sant Joan se puede ver la costa barcelonesa. He tratado de no recordar el lugar exacto, afanándome en ser yo mismo quien lo encuentre. Y a pesar de que he realizado un recorrido exhaustivo, no he conseguido distinguir la delgada linea azul (o roja) que separa la ciudad del mar. Sospecho, por eso, que se trata de una ilusión óptica, una visión plástica que está en manos del artista. O una incitación al viaje, esos viajes, me digo, que no acaban nunca porque acontecen en la ciudad en la que vives.

5.3.07

Mitos

Leer el epistolario de Truman Capote me ha hecho recordar las cartas que enviaba Federico García Lorca. Tienen cosas en común, pero por encima de las posibles coincidencias, hay algo que sobresale. Algo personal que me atañe a mí solo: desearía haberles conocido, y sin embargo creo que no hubiéramos tenido una buena relación personal, sobre todo en la primera juventud de los autores. Porque, en el fondo, su egocentrismo me hubiera superado, incluso a mí, que tengo una buena opinión de mí mismo. No hubiéramos frecuentado los mismos círculos, ni el granadino ni el neoyorquino, ni hubiéramos llevado juntos ningún proyecto literario. Creo que su presunción me habría sacado de mis casillas. No creo, incluso, que hubiéramos rivalizado. Sólo nos tendríamos a cierta distancia. Ellos ya sabían desde muy pronto quiénes eran, mientras que a mí me resulta terriblemente complejo saberlo. Y sin embargo la culpa de esa relación nefasta sería responsabilidad mía, porque me harían reflexionar sobre algo que no tiene que ver con ellos: la decepcionante idea de alguien que descubre que entre el ser y el estar existen largas horas de distancia.

Barcelona and Modernity


Desde el 7 de marzo hasta el 3 de junio en el Metropolitan Museum of Art

1.3.07

Aún recuerdo

Aquella idea tan maravillosa de los meacuerdo, que traspasó fronteras y llegó para no abandonarnos. Ahora, me decanto por el empleo de los aún recuerdo. Tantos, afortunadamente. Entre ellos: aún recuerdo por qué abrí los límites difusos de esta isla de Elca. Y que me siga persiguiendo para nombrar a todas aquellas cosas que aún no conozco, y sin embargo recuerdo. Y que me diga quién soy incluso después de este punto.