26.11.13

Una región oculta



 «…el agua que gotea sobre la mesa/ de la mendicidad,/ la nieve en la ventana de un ciego». Con estas palabras, casi a modo de cita, da comienzo Cristalizaciones (Hiperión, 2013), el nuevo libro de Basilio Sánchez (Cáceres, 1958). Ese será el lugar de los poemas y esas, también, las sensaciones que provoca. Una casa pobre que alberga a alguien que no ve y, no obstante, percibe con intensidad lo que sucede fuera de ella. Una voz poética que está en perpetua duda, debatiéndose entre permanecer o abandonar la casa, entre decir o no una palabra, entre “alimentar un fuego o apagarlo”. Un hogar, insistimos, pobre y en penumbra, que sirve como atalaya desde la que observar todo aquello que está ensombrecido, aquello que a primera vista no se aprecia. Si algo define la poesía de Basilio Sánchez, es su capacidad para abordar estos espacios ocultos, ahondando en la profundidad de lo que en apariencia no tiene más que superficie. Son esos detalles, insignificantes, casi triviales, los que definen o explican una vida. Los que provocan, en definitiva, su asombro («¿qué puede hacer un hombre/ que es consciente de sus limitaciones/ y que además escribe/ ante la expectativa,/ afianzada en la noche, de enfrentarse/ de nuevo con lo inmenso, con lo que desconoce?», “Cartografía incompleta”). Como nos explica en su poema “Las horas quietas”, no es la muerte lo que desconcierta, sino su serenidad. Es la inestable y extraña armonía la que inquieta al sujeto poético. Una engañosa inmovilidad que genera movimiento o una forma de transitar por todo el universo a partir de la quietud («Aunque parezco inmóvil,/ mis ojos dan brazadas en el mar del crepúsculo,/ me desplazo sobre el limo del fondo», “La llama alta”). Desde unas pocas, sencillas verdades, el ser que aparece en los poemas de Basilio Sánchez no desdeña nada por insignificante. Se detiene, asume sus limitaciones y observa. Se lanza al exterior con la motivación que supone hurgar en una nueva capa, a la búsqueda de esos puntos de apoyo que sirvan como referencia y activen por enésima vez los mecanismos de la mirada.
Cristalizaciones es, ante todo, una meditación sobre la identidad en relación a la escritura. Quizás el mejor ejemplo sea la segunda parte, titulada significativamente “Apenas nada”. El sujeto poético sólo existe cuando escribe. Es en ese proceso creativo cuando incorpora e interpreta todo lo que le rodea. Reacciona frente al simulacro con más simulaciones. Así, a través de la ficción logra encontrarse con la realidad («asumo haber urdido, en mi debilidad,/ un cielo trascendente sobre un cielo sin vida», “Primeras diligencias”). La esencia de estos poemas, también la de los seres que la habitan, consiste en acceder a las cosas por el camino inverso. De ahí las continuas dicotomías y contradicciones («no hay otro testimonio de la altura que el de nuestra caída», “El pozo”; «La lengua que te hiere te resarce. Tienes el sufrimiento,/ solo te queda ahora la esperanza», “Lenguaje”). El poeta reflexiona sobre su oficio y sobre el lugar que ocupa. Le acompañan papel, lápices y tinta, y prescinde de otros accesorios altisonantes, como armas, joyas o caballos. No observa el mundo desde un mirador o desde un palco, sino a través de una ventana. Con esos pocos elementos y desde esa perspectiva sucede la vida y lo que en  ella acontece («Me asomo a la ventana como a un libro de imágenes», “Cuadrante solar”). La escritura le permite habitar dos mundos paralelos, dos intimidades. O, como nos dice en su poema “La puerta tras de ti”, lo que nos proporciona «es la tranquilidad de vernos dentro/ sin dejar de estar fuera». Le basta con hablar sin que le escuchen, de ver sin que le vean. Su mundo va cristalizándose a partir de esos caminos dobles. Al final, de todo ello no queda más que una mínima capa, frágil, trasparente. Una línea casi imperceptible que separa lo visible de lo que permanece oculto.
“Sé que lo que conozco es sólo una comarca de lo que no conozco”, dejó escrito Basilio Sánchez en una ocasión. El poema, nos explica en “El soplador de vidrio”, «convive con lo que desconoce». La profundidad de su poesía y su capacidad para penetrar en esas comarcas oscuras hacen de su obra una de las piezas más interesantes y sugerentes del panorama literario actual. Cristalizaciones se suma ahora a su particular universo literario, construido con la lentitud y la hondura de quien edifica un mundo para permanecer en él. Por eso su poesía continuará siempre en los lectores. 

[Publicado en el número 107 de la revista Clarín, Septiembre-Octubre de 2013]

23.11.13

Un lugar... en Turia

En el último número de la revista Turia aparece una reseña sobre Un lugar para nadie, firmada por Eduardo Moga. Gracias a ambos por hacerle un hueco.

21.11.13

Hoy por hoy

El plan es sencillo: eliminar de la educación obligatoria aquellas materias que inviten al pensamiento crítico, como la filosofía, y penalizar a quien ejerza su derecho a manifestarse. Nada más simple. Ante este tipo de estrategias, no podemos ser tan pacíficos.

11.11.13

Gayga, veinte años después

La intención no es hacer justicia, ni reivindicar a nadie. La intención es traer de vuelta a un autor que se jugó la vida en su escritura. No es poco. Aquí.

5.11.13

En La temperatura de las palabras


Agradecido a José María Cumbreño por su entrevista en La temperatura de las palabras.