5.3.07

Mitos

Leer el epistolario de Truman Capote me ha hecho recordar las cartas que enviaba Federico García Lorca. Tienen cosas en común, pero por encima de las posibles coincidencias, hay algo que sobresale. Algo personal que me atañe a mí solo: desearía haberles conocido, y sin embargo creo que no hubiéramos tenido una buena relación personal, sobre todo en la primera juventud de los autores. Porque, en el fondo, su egocentrismo me hubiera superado, incluso a mí, que tengo una buena opinión de mí mismo. No hubiéramos frecuentado los mismos círculos, ni el granadino ni el neoyorquino, ni hubiéramos llevado juntos ningún proyecto literario. Creo que su presunción me habría sacado de mis casillas. No creo, incluso, que hubiéramos rivalizado. Sólo nos tendríamos a cierta distancia. Ellos ya sabían desde muy pronto quiénes eran, mientras que a mí me resulta terriblemente complejo saberlo. Y sin embargo la culpa de esa relación nefasta sería responsabilidad mía, porque me harían reflexionar sobre algo que no tiene que ver con ellos: la decepcionante idea de alguien que descubre que entre el ser y el estar existen largas horas de distancia.

2 comentarios:

Blogger Sergio Sastre ha dicho...

Como insistia borges, el viaje es el motivo principal de toda obra literaria. ¿que sería de la literatura sin esas largas horas de distancia?
Sigue siendo un gran placer leerte.

11:07 a. m.  
Blogger Álex Chico ha dicho...

Y un gran placer saberte lector. Espero que se estreche la distancia en pocos días.

11:54 a. m.  

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