Granada
Vuelvo, como la canción, a Granada. Tres años después, justo el tiempo que viví aquí. Está, como siempre, estupenda. Pero esta ciudad son muchas ciudades. Y mi ciudad, en este lugar, estaba en el Albayzín. Pasear por él, ya desde el primer día, era una cuestión personal. Más aún, situarme en la Cuesta San Gregorio, número 9, delante de la casa donde vivimos Bea y yo durante nuestra estancia albayzinera. Por suerte, nada ha cambiado. O sí. No tenía llaves para abrir la puerta y no tenía a nadie que me abriera desde dentro. Eso ha cambiado, así que uno se conforma ya con ver la casa desde fuera, como tantos turistas que se plantaban frente a ella y hacían fotos. Ahora me pregunto cuántos de los que vimos desde el balcón la miraban con tanta nostalgia como yo lo hice hace un par de días. Cuántos han vivido aquí y ya no lo hacen. Cuántos se conforman con volver a verla, porque quieren mantener intactos sus puntos de referencia. Si, como decía Juan Ramón Jiménez, uno vuelve a esta ciudad para morir un poco en esta vida eterna.