La clase
Termina
otro curso y me digo lo de siempre: que, pese a todo, me gusta dar
clase, que tengo suerte. Sé que no es el mejor trabajo del mundo y sé que cada año
resulta más difícil, no por culpa de los alumnos, sino por una
mierdosa burocracia que año a año hace el ambiente más irrespirable.
Pero lo que de verdad importa es esto: la clase. Todo lo demás es
insignificante.