Antonio María Flórez, en La Cigale
Velada muy agradable en La Cigale. La elección de Antonio María como primer poeta fue un acierto. Hay escritores que saben romper el hielo, y él, creo, es uno de ellos. En su presentación, comenté que una de las cosas que más me interesan de su poesía es su capacidad de variar de voces y temas (diálogos, poemas discursivos o condensados en dos o tres versos, etc.) y tener la sensación de estar leyendo siempre el mismo poema. Sin perder ni un ápice de profundidad. Dije, también, que me gustaba esa manera de poetizar lo externo, ese paisaje de fuera que sólo llega a entenderse desde dentro. Después del recital, hubo algo que le reconocí a Antonio María. Le dije que esta lectura me había permitido conocer su lado latinoamericano, poéticamente hablando. Digo que fue la primera vez porque conocía su raigambre extremeña, pero apenas su vertiente americana.
Entre los asistentes, gente conocida y por conocer, como Arturo Bolaños. También, una digna representación latina. La lectura de Antonio María se cerró con una rifa de uno de sus poemas, impreso en un papel nepalí, un material que emplea para diseñar puntos de libros o separapáginas. El afortunado, mi hermano José Manuel, que andaba entre el público. Hay cosas que se saben, así que no me extrañó que él diera con el número.
Al margen del éxito o no de las convocatorias, lo cierto es que estas lecturas son una apuesta diferente en el panorama poético barcelonés. Lo dijo Juan Salido-Vico al comenzar el acto. Los recitales nacen con la intención de mostrar un tipo de poética desnuda, donde el escritor no necesite ninguna apuesta escénica. Algo muy habitual en otros lugares y poco frecuente en los recitales de aquí, donde el poeta juega también el papel de juglar. Lecturas poco teatrales y menos performáticas.
En un par de lunes vendrá Agustín Calvo Galán, el director de Las afinidades electivas.
Con Antonio, Efi Cubero y Juan Salido-Vico