26.1.09

La despedida, de Javier Morales Ortiz

Fin de semana en Plasencia, con motivo de la presentación del libro de relatos La despedida, de Javier Morales Ortiz. Mereció la pena, tanto como para sobrellevar un viaje de quince horas en tren. El lugar, Las Claras, inmejorable. La Sala del Artesonado tiene algo especial, igual que Santa Ana, dos sitios deliciosos para reunir a la gente alrededor de un libro. El maestro de ceremonias fue Juan Ramón Santos, del cual recomiendo sus dos libros publicados hasta la fecha, Cortometrajes y El círculo de Viena, dos lecturas que disfruté enormemente. La presentación corrió a cargo del escritor Gonzalo Hidalgo Bayal. He leído buena parte de su obra y le he escuchado en otras presentaciones, y aun así no dejó de sorprenderme su intuición literaria, su forma de analizar e interpretar La despedida. Espero volver a leer ese texto pronto, y también las palabras que leyó Javier para hablar de su propio libro. Un texto, el de Javier, que bien podría haber abierto el Babelia del día siguiente. La presentación se cerró con la lectura de un cuento y con la charla en Las Claras y en el Blue´s Mary. Me alegró conocer a Julio Pérez y a María José, y me alegró poder leer, previa recomendación de mi madre, al escritor Gonçalo Tavares. Lástima, eso sí, no haber coincidido allí con una de esas personas necesarias, “desde dentro” y, claro, también “desde fuera”.

22.1.09

León Felipe, un poema

Israel

Israel, tienes que aprender otra vez
a construir dioses.
Tú que inventaste el monoteísmo
y engendraste a Cristo
pero no lo quisiste (ahí estuviste mal),
tienes que aprender
esto que dicen ahora
tus viejos profetas escondidos:
"Son dioses todos los hombres de la tierra"

20.1.09

Obamanía

Reconozco que no me entusiasma demasiado este arrebato de empatía con Obama. El hombre, también el político, bien se lo merece, es cierto. Sin embargo, de todo este entusiasmo se puede extraer una lección bastante negativa. La buena voluntad de la gente suele adoptar complejas proyecciones de uno mismo. En ocasiones se convierten en actos, y en otras se traduce en un símbolo de carne y hueso. Obama pertenece a este segundo. Me parece sospechoso, cuando no una imprudencia, dejar en manos de sólo una persona las riendas de todo un mundo. Reconozco, ya digo, que no corren buenos tiempos si perdemos nuestra individualidad, la verdadera derrotada de este asunto. A ver qué nos queda después de la resaca.

13.1.09

Dos momentos en la vida de un escritor

El escritor me confesó una vez que, de todo lo que había escrito, lo único que merecía la pena de su vasta producción literaria eran las posdatas de las más de mil cartas que había enviado vía correo postal o electrónico.

*

El escritor de posdatas admitió, en una ocasión, que no podía leer antes de irse a dormir. Su hora de lectura (no leía más de una hora al día) coincidía justo al despertar. Le preguntamos por el motivo de tal inclinación, a lo que nos respondió: “Si leo a primera hora de la mañana, aún tengo todo el día para interpretar lo que he leído. Si leo por la noche, en cambio, no tengo tiempo para interpretarlo de forma consciente. Y no me atrevo a que sea el sueño el que tome las riendas de la trama”. A mí, entonces, aquello me pareció una simple y vulgar paradoja.

10.1.09

A oscuras

Si por algo me gustan tanto autores como Murakami o Auster, es porque no nos enseñan a mirar, sino a observar con los ojos cerrados.

7.1.09

Respuesta

Respuesta de Juan Manuel Macías al apunte anterior: el escritor ve la fábula pero no puede ver la moraleja. La frase se atribuye a Kipling. También dice Juan Manuel que de tanto usarla teme gastarla. Mucho me temo que yo apunto en esa dirección.