Una región oculta
«…el agua
que gotea sobre la mesa/ de la mendicidad,/ la nieve en la ventana de un ciego».
Con estas palabras, casi a modo de cita, da comienzo Cristalizaciones (Hiperión, 2013), el nuevo libro de Basilio
Sánchez (Cáceres, 1958). Ese será el lugar de los poemas y esas, también, las
sensaciones que provoca. Una casa pobre que alberga a alguien que no ve y, no
obstante, percibe con intensidad lo que sucede fuera de ella. Una voz poética
que está en perpetua duda, debatiéndose entre permanecer o abandonar la casa,
entre decir o no una palabra, entre “alimentar un fuego o apagarlo”. Un hogar,
insistimos, pobre y en penumbra, que sirve como atalaya desde la que observar
todo aquello que está ensombrecido, aquello que a primera vista no se aprecia. Si
algo define la poesía de Basilio Sánchez, es su capacidad para abordar estos
espacios ocultos, ahondando en la profundidad de lo que en apariencia no tiene
más que superficie. Son esos detalles, insignificantes, casi triviales, los que
definen o explican una vida. Los que provocan, en definitiva, su asombro («¿qué
puede hacer un hombre/ que es consciente de sus limitaciones/ y que además
escribe/ ante la expectativa,/ afianzada en la noche, de enfrentarse/ de nuevo
con lo inmenso, con lo que desconoce?», “Cartografía incompleta”). Como nos
explica en su poema “Las horas quietas”, no es la muerte lo que desconcierta,
sino su serenidad. Es la inestable y extraña armonía la que inquieta al sujeto
poético. Una engañosa inmovilidad que genera movimiento o una forma de transitar
por todo el universo a partir de la quietud («Aunque parezco inmóvil,/ mis ojos
dan brazadas en el mar del crepúsculo,/ me desplazo sobre el limo del fondo»,
“La llama alta”). Desde unas pocas, sencillas verdades, el ser que aparece en
los poemas de Basilio Sánchez no desdeña nada por insignificante. Se detiene,
asume sus limitaciones y observa. Se lanza al exterior con la motivación que
supone hurgar en una nueva capa, a la búsqueda de esos puntos de apoyo que
sirvan como referencia y activen por enésima vez los mecanismos de la mirada.
Cristalizaciones es, ante
todo, una meditación sobre la identidad en relación a la escritura. Quizás el
mejor ejemplo sea la segunda parte, titulada significativamente “Apenas nada”.
El sujeto poético sólo existe cuando escribe. Es en ese proceso creativo cuando
incorpora e interpreta todo lo que le rodea. Reacciona frente al simulacro con
más simulaciones. Así, a través de la ficción logra encontrarse con la realidad
(«asumo haber urdido, en mi debilidad,/ un cielo trascendente sobre un cielo
sin vida», “Primeras diligencias”). La esencia de estos poemas, también la de
los seres que la habitan, consiste en acceder a las cosas por el camino
inverso. De ahí las continuas dicotomías y contradicciones («no hay otro
testimonio de la altura que el de nuestra caída», “El pozo”; «La lengua que te
hiere te resarce. Tienes el sufrimiento,/ solo te queda ahora la esperanza»,
“Lenguaje”). El poeta reflexiona sobre su oficio y sobre el lugar que ocupa. Le
acompañan papel, lápices y tinta, y prescinde de otros accesorios altisonantes,
como armas, joyas o caballos. No observa el mundo desde un mirador o desde un
palco, sino a través de una ventana. Con esos pocos elementos y desde esa
perspectiva sucede la vida y lo que en ella acontece («Me asomo a la ventana como a
un libro de imágenes», “Cuadrante solar”). La escritura le permite habitar dos
mundos paralelos, dos intimidades. O, como nos dice en su poema “La puerta tras
de ti”, lo que nos proporciona «es la tranquilidad de vernos dentro/ sin dejar
de estar fuera». Le basta con hablar sin que le escuchen, de ver sin que le
vean. Su mundo va cristalizándose a partir de esos caminos dobles. Al final, de
todo ello no queda más que una mínima capa, frágil, trasparente. Una línea casi
imperceptible que separa lo visible de lo que permanece oculto.
“Sé que
lo que conozco es sólo una comarca de lo que no conozco”, dejó escrito Basilio
Sánchez en una ocasión. El poema, nos explica en “El soplador de vidrio”,
«convive con lo que desconoce». La profundidad de su poesía y su capacidad para
penetrar en esas comarcas oscuras hacen de su obra una de las piezas más
interesantes y sugerentes del panorama literario actual. Cristalizaciones se suma ahora a su particular universo literario,
construido con la lentitud y la hondura de quien edifica un mundo para
permanecer en él. Por eso su poesía continuará siempre en los lectores.
[Publicado en el número 107 de la revista Clarín, Septiembre-Octubre de 2013]