27.6.08

El lugar de la escritura

A menudo me sorprende la importancia que doy a la relación del escritor con el lugar. Una relación que valoraba antes incluso de comenzar a escribir. Por eso, ahora, a las puertas de los viajes estivales, dejo que ciertos autores me guíen. Entre ellos, Pla, Torga, Peixoto, Efi Cubero, Alonso de la Torre, Sciascia, Camilleri, Ungaretti, Lampedusa, Leopardi, Arlt, Borges, Cortázar, Sábato, Aira, Onetti, José Hernández, Quiroga, Lynch, Conti, Luisa Valenzuela, Ocampo, Girondo, Neuman, Bioy Casares, Storni, Proust. Como sabemos de qué hablamos cuando hablamos de literatura, sabemos qué lugares se esconden en estos dos meses.

16.6.08

Campo de amapolas blancas

Diez años después, he vuelto a Campo de amapolas blancas, de Gonzalo Hidalgo Bayal. Me hice con la nueva edición de Tusquets, con una portada igual de sugerente que aquella publicada por la Editora Regional de Extremadura. Su lectura, como entonces, me ha conmocionado. Esta vez más, si cabe. En el momento que cogí el libro no pude soltarlo hasta la última página. Aunque se trate de una novela corta, su lectura ha sido pausada, obligándome a parar de tanto en tanto para perder la mirada en la memoria. Cuando lo leí con diecisiete años, aún no sabía que estaba frente a una pequeña joya literaria. Así, ni más ni menos. La perspectiva del tiempo me ha proporcionado una relectura con más matices, viéndome a mí mismo y a algún que otro amigo diez años antes, en Murania, a poco de irnos a vivir juntos a Salamanca. El tránsito, exceptuando la estancia parisina, es similar. Y, aunque tenga la vocación de reflejar un determinado contexto generacional, he de decir que la novela sobrepasa las fronteras de un tiempo concreto. Yo también he sido ese espectador de H. De él, o de J., en mi caso.
Gonzalo es el culpable de mi primer artículo publicado. Y este libro fue del que hablé hace diez años en la revista de mi instituto, coordinada por Isabel Muñoz Bejarano. Releo, tanto tiempo después, esa crítica y no puedo evitar cierto rubor y complicidad. Rescato ahora alguna de las frases que utilicé: “posterior degradación”, “ansiedad cultural”, “desazón infinita”, “espectro generacional”, “…sumido en la desesperación de un tiempo que no puede manejar”, “búsqueda incansable de la esencia”… Es emotivo, cuando menos, sentarse a leer algo que has escrito hace tantos años sobre una obra que vuelves a leer. Sin embargo, hay una diferencia entre aquellas palabras y estas: hace diez años escribí el artículo escuchando a Charlie Parker; ahora lo hago con Leonard Cohen. El cambio no es azaroso, sino premeditado. Será que he comprendido o será que, al fin y al cabo, yo también me hago mayor. Lo que no sabía entonces es que alguien puede escribir con tristeza. Y que esa misma tristeza te hace buscar a ciegas, aunque sea un campo de amapolas que nunca existió. Como la felicidad.

Gracias, Gonzalo.

10.6.08

En Santander

Estupenda velada en Santander, el sábado pasado. Presentaba el libro en la librería Gil, que está situada en uno de mis lugares favoritos de la ciudad, la plaza Pombo. La compañía, de lujo: Alberto Santamaría y Rafael Fombellida. Presumo de que siempre que he ido a Santander, Alberto me ha servido de guía. Hace un par de años fui a leer al paseo Pereda y hace tres acompañaba a David Vegue, que conoció a Alberto en ese extinguido encuentro de poesía rural que se hacía en Morille (Salamanca). De ese encuentro, al menos, nos quedan tres años donde se apostó por algo diferente.
La lectura en la librería Gil, librería, dicho sea de paso, que está en muy buenas manos, pude escuchar en primera línea las palabras de Santamaría, cuyo análisis de lo que le rodea le ha granjeado, por lo acertado de su intuición, un buen número de premios y le ha hecho ser una de las voces jóvenes más sugerentes del panorama literario actual. Lo presagió Álvaro Valverde hace cinco años, si no recuerdo mal. A él le siguió Fombellida, con un texto minucioso, exacto. Oyéndole podía leer también al poeta que es. Se lo dije a él: me cuesta creer que poetas a los que has disfrutado leyéndoles se sienten a tu lado hablando con conocimiento de causa, con una lectura pormenorizada, algo que tú mismo has escrito. Lo que me ocurrió con Basilio Sánchez, con Efi Cubero o con Juan Salido.
Un placer, en fin, la charla posterior con otro poeta cántabro, Vicente Gutiérrez, y la cena que siguió, a la que se sumó también Rafael Alcorta. Todos ellos, una muestra que constata la buena salud de la poesía cántabra.
De todo aquello me queda, cuando menos, esta entrada. Y algo más: lo extraño de esas ciudades que no te esperas y, sin embargo, sientes propias. Lugares, como Santander, que formaron parte de la lejanía y, de buenas a primeras, guardan buena parte de lo que has sido. De lo que serás.


Estació de França

Gracias, Josep.

5.6.08

Marsé/Sciascia

"No me fío de los nacionalismos ni de sus banderas, no me fío de los himnos, ni de la historia oficial, ni de sus monumentos, ni de su mística patriotera; me parecen formas larvadas de racismo, petulancia y desdicha. En su nombre se dicen sandeces, cuando no se cometen atrocidades."
Juan Marsé
"[El fascismo] Estaba en contra de todo regionalismo, pero, para que ciertas regiones no se sintieran -como de hecho lo estaban - olvidadas, de pronto exaltaba a quienes habían nacido en ellas y que quizá, pese haber nacido allí, ya fueran ilustres o no, les había importado un rábano el terruño o incluso habían contribuido a su ruina."
Leonardo Sciascia

3.6.08

Portal de poesía

La página Portal de poesía edita una buena selección de mis poemas. Entre ellos (casi novedad) alguno de los que integran el tercer libro. En la misma página, obras de Jordi Doce y Basilio Sánchez, entre otros.

1.6.08

Badalona-Cal Jep

Aprovecho, dos días más tarde, para dar cuenta del recital badalonés. Fue muy agradable presentar mi libro junto al de Juan Salido Vico. Más cuando optamos por una presentación cruzada, algo que aprendí la primera vez que presencié una: en el 97 o 98, con Eugenio Fuentes y Gonzalo Hidalgo (de aquel encuentro queda el primer artículo que escribí en mi vida, para la revista del instituto que coordinaba Isabel Bejarano). Lo más interesante, sin embargo, fue la conversación con el público, que arrancó José Antonio Jiménez, una persona inteligente, como su pregunta, que nos dejó esta frase de María Zambrano: “Inesperada memoria repentina que libra al hombre de ese sentir que no se acuerda de algo, que es lo que más le importa”. A él le siguieron Jesús, escritor en ciernes (seguro) y Josep Duran, que es a quien le debemos desde el principio la presentación en el magnífico Espai Betúlia. Un rato divertido y evocador que culminó con unas raciones (extrañas) en el impresionante paseo marítimo de Badalona (siento decirlo, Juan).
Y al día siguiente visita a Cal Jep, la casa de Agustín Calvo Galán, quien propicia que la página Las afinidades electivas se esté convirtiendo en una herramienta de obligada consulta. Después del gustoso bacalao de José Antonio y de la mejor charla con café y sin tabaco, visita guiada por su granja de caracoles. Más allá de su acogedor hogar, de las siempre sugerentes obras expuestas de Agustín y del cariño que desprenden José Antonio y Agustín, más allá, ya digo, un paraje sumamente evocador donde quedarse a vivir para siempre. O eso, al menos, es lo que siento en aquellos lugares donde encuentro, por fin, el hogar.