La palabra es el verdadero eje. El libro es sólo soporte, pero un soporte sin el cual la palabra no podría desplegar toda su dimensión. El libro la sitúa en el mundo. Es su manutención. La literatura debería abastecerse también de libros con una sola palabra. Quizás, el último paso sería crear una obra compuesta de una sóla página, en blanco. Esta sería, paradójicamente, la consolidación definitiva de la palabra.