La velocidad de la quietud
La exposición sobre Hammershøi y Dreyer en el CCCB es magnífica. Enhorabuena a los comisarios. Han creado un ambiente inmejorable para comprender no sólo la relación entre los dos artistas, sino la luz empleada en sus obras. De hecho, en algunos cuadros del danés es fácil sentirte parte integrante del lienzo, atravesando un pasillo donde se cuela el sol, con puertas medio abiertas y ventanas que iluminan el polvo que circula por la estancia siempre geométrica de las casas del norte. Han sabido hablar de las dimensiones de la claridad, de su alcance imperceptible, del juego de sombras que sitúan cada cosa en su sitio. Así, nos han hecho comprender que la habitación es también un tema literario. Y el hogar, un mundo desde donde redescubrir la vida.
2 comentarios:
claro que "la habitación es también un tema literario", lo que habita en el espacio que retumba entre cuatro paredes de verticalidad es parecido al mar que alguna vez nos rodea. Sólo emprende viaje quien convierte el quicio en un umbral. Me encanta leerte. por cierto, conoces a Agustín Calvo Galán? si no os conocéis quiero conectaros por compartir la misma ciudad-habitación. un abrazo desde la habitación buenos aires.
Gracias por seguir en la isla y gracias por complementar tu particular cosmovisión de los límites siempre difusos de la habitación. No tengo el gusto de conocer a Agustín, pero leí un poema suyo, creo, en tu blog.
Un abrazo.
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