14.12.06

Por si preguntan...

Si vivir se redujera a una simple ecuación, nos bastarían sólo los números del código postal para conocer una ciudad. Afortunadamente, la vida es más compleja. Por eso, me pregunto qué códigos numéricos tendría una ciudad que conservara ciertos lugares, a saber: el Passeig de Gràcia a media tarde o Las Ramblas a media mañana; las calles empedradas del centro de Plasencia, que desembocan en lugares más inhóspitos que medievales; las cuestas que suben hasta el cielo fieramente humano del Albaicín; la primera mirada del viajero que llega a Sao Bento y descubre siete caminos en Oporto; el puente Carlos, circular y por eso infinito, en Praga; la gente que se agolpa frente a una puerta milenaria y se descubre comprando pescado en cualquier mercado de Túnez; las playas desérticas y desnudas del Cabo de Gata, cuando parece que el sol se resiste a dejarlo todo a oscuras; el color de todas las ventanas que se abren al mundo en Alfama; la huella imborrable que se deja al cruzar Nueva York, de norte a sur o de este a oeste, reconociendo al final que no existen los polos cardinales porque se está en el epicentro del universo; las maravillosas vistas de Pest sobre Buda; el elogio que produce mirar Gijón desde una pradera artificial en pleno Atlántico; los canales que encierran múltiples puertas que franquear desde Ámsterdam, con miedo a no perdernos (para eso se iluminan las bombillas rojas de un arrabal en plenos centro); pronunciar Madrid, y saberse dentro de ella; los puentes que viajan desde París hasta París después de haber recorrido el mundo; caminar hasta Toledo y rendirte sin ser derrotado; los pueblos fronterizos, que confunden la blancura del cerezo con los ríos que viajarán siempre de la memoria hasta el Valle del Jerte; navegar en cualquier ola que impulse tu destino hasta alguna plaza de San Sebastián que conserve el olor a salitre; las vistas incansables desde cualquier banco a la orilla del Támesis, preguntándote a qué hora descansa la belleza; el oro que pierde su condición y deviene en picaresca, elemento necesario para entrar en Sevilla; las piedras que se recogen como muestra del viajero, y se calculan en cualquier local del Barrio Judío de Hervás; los cristales que reflejan todos los barrios del mundo, volviendo desde el mar hasta A Coruña; la plaza donde me perdí en Lyon jugando a la rayuela; las librerías al lado de los cafés, y los cafés al lado del lago, y el lago al lado de la mejor celebración del agua, en Ginebra; los caminos que se bifurcan, se triplican, se angostan y desaparecen de Tánger y del mundo; las grutas que separan Lastres y el Bierzo; el aire de domingo, principio de semana, en Montpellier, después de atravesar los valles semiescondidos donde Edith Piaf cantó a Narbonne; las calles urbanas del Montseny que logran verse desde Girona; los puertos sin agua de Nuremberg y Munich; los árboles reales, por simples y eternos, que aparecen poco antes de llegar al monasterio de Yuste; los museos de Viena en plena calle, y viceversa; el amarillo de la cúpula de la catedral de Cádiz, que sirve como faro a los marineros que llegan en barco de vapor y observan la ciudad con una mezcla de felicidad y sueño; las habitaciones que escapan, al fin, de sus cuatro paredes y deciden estar en todas partes. Definitivamente, la vida no es un código de barras, ni la memoria, una cuestión de álgebra.

10 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

¿Que no hay una matematica de las emociones? Por ejemplo, amor al cuadrado igual a sexo. Asi que sexo es igual a amor por amor, y amor sería igual a amor entre sexo. El sexo no se puede dar sin amor ni el a or sin sexo a no ser que convirtamos sexo en una x, pero entramos en el mundo de las ecuaciones y las paradojas (matematica avanzada)
Bueno, en serio, a Pitagoras y su filosofía matematica no le hubiera hecho falta creer que vivimos en un programa informatico para ver en todas las cosas una cortinilla de numeros y ecuaciones. Desde las ecuaciones del codigo genetico a la espiral de una concha de caracol, la geometria de los metales o las neuronas. Si pasar una noche de tormenta en gijon buscando un amor perdido siguiendo posibles trayectorias que quizas nunca fueron lineas sino un punto fijo, no se puede explicar con formulas matemáticas, yo ya no se a donde agarrarme.
Y por terminar con literatura, al que quiera leer sobre espirales y galaxias, le recomiendo Las Cosmicómicas de Italo Calvino.

10:16 a. m.  
Blogger Sr. Curri ha dicho...

Un verdadero Willy Post. Qué bien has viajado, qué envidia.
Lo de reducir todo a un número o a un código de barras es cuestión de economía.
Un saludo!

12:44 p. m.  
Blogger Álex Chico ha dicho...

Exacto, más que mucho, bien. Y con los viajes después de las ciudades. Lástima, claro, que sea economía.
Buena recomendación, Sergio. Me haré con ella. Pero claro, cómo no verlo todo desde una perspectiva matemática si en las formas geométricas o en los números también hay poesía. En fin, revisaré mis notas (definitivamente naciste para ponerme la vida en desorden).

1:45 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Afortunadamente Alex. Por fortuna la vida no es sólo una mera ecuación. Aunque -como apunta Sexosastre- también se reduce a pura matemática.

De unos años para acá me he dado cuenta que la vida no es más (ni tampoco menos) que una amalgama de emociones. Y puedo asegurar que contigo, cada vez que te leo, las mías son cada vez más complejas.

Igual que con Sergio. Al que no sé si él o su caos me siguen emocionando cada día. Supongo que tiene bastante que ver con la adaptacion.

Y a propósito de viajes, Alex. Creo que deberíamos plantearnos hacer uno juntos. Para hablar de eso que llaman Inteligencia emocional. De como conectar las emociones con uno mismo y amarrarnos a las de otros.

Por favor, sigue escribiendo(nos).

5:23 p. m.  
Blogger Álex Chico ha dicho...

Gracias enormes por tu comentario, tan elogioso y reconfortante. Te tomo la palabra en eso del viaje, para añadir lugares a esa geografía sentimental que supone el mejor tránsito en esta sutil y extraña travesía que es la vida. Ahí seguiremos. Un abrazo.

1:19 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Querido poeta, la escritura en internet te acabará por proveer amantes, ligadas a ti por esa inteligencia emocional, que no es otra cosa que la sabiduría de vivir. El ordenador desplaza a la bohemia del café.

2:44 p. m.  
Blogger Álex Chico ha dicho...

No creo que la bohemia se desplace por culpa de internet.Puede que reordene su espacio, que influya en la disposición de sus mesas o en la elección de sus cuadros, pero no creoque lo desplace. Además, de los que se trata es de conversar. Admito, no obstante, que me seducen más las cafeterías que los cibers. En esto, sí que he llegado un poco tarde.

7:44 p. m.  
Blogger Álex Chico ha dicho...

Preciosa evocación. Gracias por dejarme habitar durante un minuto eso que volveré a visitar, si puedo, dentro de poco. Un abrazo.

11:39 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Querido poeta, aprovecho este recurso
tan ágil para desearte lo mejor. Que este año venidero nos vuelva a unir
en torno a muchos libros, cafés y parques, esto último debido a Julieta.

4:03 p. m.  
Blogger Álex Chico ha dicho...

Allí estaremos. Buena combinación la que propones. Un abrazo a las chicas.

4:18 p. m.  

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