O´Henry nos cuenta un cuento
Sabemos que el cuento, en la tradición literaria española contemporánea, es poco menos que un pariente lejano. Y no por familia poco numerosa, sino por falta de interés de los padres. Claro, esto provoca ciertas carencias, algunas de las cuales tienen que ver con la falta de interés lectora por parte del alumnado. Quién sabe. A lo mejor si nos hubieran dignificado el relato como una pieza fundamental de nuestra literatura, puede que los hábitos fueran otros. De hecho, si se tiende a comentar, con y sin mala idea, que lo mejor de la literatura en castellano del siglo XX no está en España sino en Hispanoamérica, es una consecuencia de estos huecos que no hemos sabido rellenar desde aquí. Aunque sería más justo delimitar en no haber podido hacerlo. No yo, que nunca he sido un buen escritor de relatos. Hablo más bien del poco interés por dignificar a un buen puñado de escritores. Sí, aún nos acordamos de Aldecoa. O leemos a Quim Monzó. Pero el abanico es más amplio. Qué diferencia con la literatura norteamericana. Allí, al menos, podían ganarse la vida (entre interrogaciones, se entiende) colaborando en periódicos o revistas. Cito varios nombres: Fitzgerald, Capote, Carver, Faulkner, Tennesse Williams, Ford. Sin embargo, de todos ellos me quedo con un cuentista y un libro, inferior a los citados, pero con una fuerza literaria evidente y una desenvoltura admirable. El autor se llama O´Henry. El libro, Cuentos de Nueva York, actualmente publicado en Espasa. Es un conjunto de relatos ingenuos, con una inocencia literaria maravillosa. De hecho, esa pequeña moralina que habita en ciertos cuentos puede advertirse ya desde el comienzo en sus relatos. Da igual, los seguimos leyendo como si no hubiera pasado nada. Sus personajes son seres planos que se ayudan del entorno para construir su propio camino. Y lo consiguen. Vaya si lo consiguen. Son seres que sufren, que se desenamoran, que lo intentan. Son relatos reales. De gente real. Y aunque saben que su vida se delimita a las páginas de un libro, ponen todo su empeño en contar su historia. Necesitan hacerlo. De otra forma, todo ese caudal de emociones que nos nutre la vida quedaría muerto sin que nadie lo sepa, parafraseando aquel poema de Ángel González. Su magia reside en que no hay magia alguna, sólo una rutinaria forma de existir. También de amar. Son personajes que viven al margen y sin embargo actúan como nosotros, diciéndonos que cualquiera puede estar, sin saberlo, fuera del círculo. Y si se mueven con movimientos torpes, es porque todos somos un poco torpes cuando la vida se nos tuerce y perdemos el equilibrio. Lo interesante es que parece que los haya escrito un niño con mucha experiencia. O un adulto sin la experiencia necesaria para entender el mundo, y se dedica, al final, a vivir del cuento.
2 comentarios:
Maravillosa exposición, Alex. Con sólo citar a Angel González creo que has resultado lo suficientemente convincente como para que en mis dos habituales librerías se hayan agotado todos los ejemplares.
A propósito de cuentos, leí el mes pasado (por fín) "De Nueva York a Granada", de W. Irving. Un libro también "unforgettable" para los que pasamos los días festivos recorriendo los alrededores.
Sigo buscando esta tarde "Cuentos de N.Y". Todo sea por las emociones!
Gracias por tu comentario, y por tener en cuenta esta recomendación. Ángel González fue un poeta importante para mí. Creo que fue el primer libro de poesía que compré en mi vida, una antología de Alianza que simulaba los pliegos de un cartón. Luego, desgraciadamente, me fui olvidando de su lectura. Eso que me pierdo. O no.
A ver si me hago con el cuento de Irving, y le damos una nueva lectura, "De Granada a Nueva York". Ese sería el título.
Lo de O´Henry, suerte. Sé que, afortunadamente, no ha sido descatalogado. De hecho, yo lo compré hace un par de meses. Si no lo tienen, al menos pidiéndolo... Todo sea por seguir disfrutando!
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