Plaça Rovira
Animado por la lectura de un artículo de Vila-Matas, visité una noche la plaza Rovira. Queda relativamente cerca de mi casa, también en el muy barcelonés barrio de Gràcia. El escritor la describía casi al milímetro, hablando de la estatua que da nombre a la plaza, los diferentes establecimientos, las casas, el cielo, un indigente, una sucursal de un banco y una casa okupa, entre otros muchos enseres del paisaje. Me acerqué a ella con suma expectación, esperando ver con mis propios ojos el mismo espacio urbano que Marsé o el propio Vila-Matas habían visto. Sin embargo, la realidad pocas veces tiene que ver con el deseo. No sé si fue por la oscuridad, pero lo cierto es que la interminable lista que se ofrecía en el artículo se había evaporado con una celeridad casi fantasmal. Sí estaba, no obstante, la casa okupa, destartalada y, seguramente, ya desocupada. Sí estaba la caja de pensiones. Sí había un indigente, sentado en un banco. Está claro que el tiempo no pasa para todos.
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