19.2.08

Leyendo a Eugénio de Andrade

Le conocía, había leído poemas suyos -pocos-, pero ha sido este último fin de semana cuando he leído, por fin, a Eugénio de Andrade. Concretamente La sal de la lengua y Los surcos de sed (por cierto, editada ésta última conjuntamente por la editorial Calambur y la Editora Regional de Extremadura). La sensación, como sospechaba, ha sido indescriptible. Me ha conmovido, en todos los sentidos. Y me ha permitido seguir habitándole dos días más tarde, cuando vienen a mí los versos que leía este sábado, en un jardín rodeado de campo, cerca de Les Borges Blanques, o el domingo, dentro de una casa de piedra, con todos los accesorios para abandonarse a uno mismo y no esperar más que la palabra. La profunda, solitaria palabra. Con la grata sensación -no al contrario - de reconocer que se ha adelantado, porque Andrade ha escrito los poemas que a uno le hubiera gustado escribir.

2 comentarios:

Blogger Óscar Borona ha dicho...

Andrade es uno de los grandes. Me costaría razonarlo, pero veo ciertos hilos entre sus líneas y las tuyas. Espero que todo siga bien, gran Chico. Siempre me encantó aquello: "La poesía no va a misa".

12:44 a. m.  
Blogger Álex Chico ha dicho...

Grande, Borona, y grande por tu generosa comparación. Si hilas más fino, verás que detrás de mí o de Andrade existen afinidades electivas que también te nombran. Fuera de la iglesia, claro.

12:35 p. m.  

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