3.4.12

Hombre en la niebla, de Jesús Bernal

No soy quién para juzgar el premio Adonais, pero puedo hablar de él con un mínimo conocimiento de causa (propia y ajena, por cierto). Costaba creer que un premio capaz de lanzar a autores ya clásicos de la literatura española se conformara con algunos libros galardonados en tiempo reciente. Por eso, es una grata sorpresa encontrarse con el último Adonais. Hombre en la niebla se llama el poemario de Jesús Bernal (1976), un alicantino que regenta una librería virtual de libros antiguos y que, según nos explica, vive al margen de ambientes literarios (aunque, bien mirado, no hay un ambiente más literario que el de regentar una librería de libros antiguos).


Decía Álvaro Valverde, y decía bien, que con este libro ganaba el premio, no sólo el autor. Bernal sabe conducir al lector por el poema, lentamente, entre la niebla. Al final, siempre permanece esa mirada casi perpleja, capaz de asombrarse con lo cercano. En los últimos versos, en el último tramo del poema, queda siempre una verdad oculta (Bernal cierra sus poemas con una habilidad exquisita). Hay un juego de desdoblamientos que generan un diálogo continuo, dinámico, sugerente. Una segunda persona o un autor clásico (Petrarca, Lucrecio...) que funcionan como ese otro en el que reconocerse. Y una habilidad también para la descripción, la figuración, sin caer en la tediosa enumeración de elementos. Al contrario, se poetiza el entorno y se integra perfectamente en el discurso del poema. Todo lo que aquí aparece se presenta con una luz propia. Eso es, precisamente, lo que me atrae de la mejor poesía: que el poeta sea capaz de alumbrar los objetos o recuerdos en sombra, que consiga iluminarlos para el lector.


Dividido en cuatro partes, quizás sea la última la que dé cuenta de la mejor poesía de Bernal, donde se adopta una mayor profundidad y donde ese tono elegíaco se explora hasta sus últimas consecuencias. En esta y en las tres partes restantes, la poesía de Bernal hace un uso inteligente de los recursos literarios (metáforas, personificaciones, imágenes...). Aunque su espacio predominante sea el de la naturaleza, no creo que estemos, como señalan en la nota al libro, que estemos ante un poeta de la naturaleza. O no sólo. En realidad, creo que importa poco hacia dónde mire o qué describa. Se trata simplemente de una voz que intenta abrirse paso entre la niebla.

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