Cantigas y cárceles
La primera frase o el primer verso de un libro no está en la primera página, sino en su título. Y la cita que le sigue, si la tiene, es una declaración de intenciones. Más allá de Cantigas y cárceles, el título que ahora publica Juan Manuel Macías en La Isla de Siltolá, deberíamos detenernos en esa cita inicial de Gerardo Diego: “Yo no sé hacer sonetos más que amando”. En pocos poemarios de autores nacidos a partir de los 70 he encontrado una alusión a escritores de la Generación del 27, si exceptuamos, claro, a Lorca, quizás a Cernuda, quizás también a Alberti. De Guillén, de Altolaguirre o del mismo Gerardo Diego, pongamos por caso, poco o muy poco. Por eso, me parece a mí, esa cita en el libro de Macías cobra más significado. Nos anticipa a un autor que conoce la tradición literaria española. Es más, la emplea, la relee, la reactualiza. Advierto, no obstante, que juego con ventaja: conozco al autor y sé que es una persona culta, con la que puedes hablar de poesía durante horas.
Cantigas y cárceles se divide en tres partes: “Ofrenda”, “Estrofa” y “Fe”. El primer poema de “Estrofa”, “Una rima”, comienza con el siguiente verso: “Una rima es un péndulo muy serio”. Ya desde el inicio reconocemos su voz, por esa meditación metapoética y por el excelente empleo de la metáfora, quizá uno de los recursos que mejor maneja el autor. De hecho, de la obra literaria de Juan Manuel siempre me ha interesado su forma poetizar el entorno, a través de imágenes exquisitas, evocaciones sutiles, enumeraciones pertinentes. Logra convertir en legendario, casi épico, misterioso siempre, los elementos que elige para construir un poema. “Mi camisa tendida mide el torso del viento”, dice el alejandrino que abre “Itinerarios”. Lo cotidiano, una camisa tendida, trasciende su función y se emplea para otro uso, el de medir el viento, su forma incierta, su dimensión inabarcable. Ahí reside una de las características por las que me gustaría que se recordara la poesía de Juan Manuel Macías: por su habilidad para conducir al lector desde lo inmediato o aparentemente insignificante hasta la meditación poética profunda, evocadora, penetrante. Por su capacidad, en definitiva, de enlazar el presente y el pasado, la realidad y la ficción, lo local y lo universal. “o ante un escaparate de noviembre/ donde aún se sigue hundiendo la Atlántida/ con trenes de juguete”, escribe en “Itinerarios”. En esa línea, encontramos otros muchos versos que demuestran la capacidad de Macías a la hora de “descubrir” esa imagen, como si de un hallazgo se tratase. Un ejemplo, de su poema “Ofrenda”: “No hay lágrima más pura/ que la que dejan los ahogados”. Reconozcamos la poesía que hay detrás de estos dos versos. La belleza de lo que se disuelve, rescatado un segundo antes de desaparecer. Algo que sólo brilla y es visible en un lapso de tiempo minúsculo y que guarda, en su pequeñez, la pureza. Cito el final del poema “Alguien”, y del que diría, junto con “En romance”, uno de los mejores poemas que se incluyen en Cantigas y cárceles: “Esos surcos que dan por fin la forma/ a la noche infinita como el mar”. Otra muestra, en suma, que pone de relieve esa cualidad a la que antes me refería. La poesía de Juan Manuel acontece en ese surco, en la grieta, en el espacio vacío por el que descendemos y en el que se nos descubre un universo diferente y al que sentimos ya cercano., extrañamente familiar Una carcaterística, dicho sea de paso, que sólo puede aplicarse a la mejor literatura.
4 comentarios:
Muchas gracias, querido Álex, otra vez, por tu hospitalidad.
Un abrazo.
No se merecen, amigo.
Otro abrazo.
Gran poemario, y gran reseña. Coincido, Álex, en destacar los versos que tú destacas en tu texto: qué maravilla.
Abrazos
ernesto
Gracias, Ernesto. Te recomiendo su lectura, así como la de su libro anterior, Tránsito. Te gustará.
Un abrazo.
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