Deriva, de Laia López Manrique
Hay libros que uno lee y otros que uno espera leer. En esta
segunda categoría entran, o entraban, los poemas de Laia López Manrique. Digo
entraban, en pretérito, porque acaba de aparecer su primer libro, Deriva. Lo publica, en una estupenda
edición, Prensas Universitarias de Zaragoza. Hemos sido muchos los que la hemos
escuchado recitar, en diferentes formatos y en estados diversos, y siempre ha
logrado cautivar al público (siempre, claro, que entre ese público no hubiera
algún espontáneo o espontánea empeñados en boicotear el recital de turno).
El
libro se abre con una cita de Heráclito que es toda una declaración de
intenciones: “El camino hacia arriba y hacia abajo es uno y el mismo”.
Podríamos añadirle otra cita inicial, aquel “diré el que em fuig” de Gabriel
Ferrater. En realidad, ahí están contenidas dos ideas del libro: la deriva,
cuyo movimiento, vertical, es variable y siempre el mismo, y el empleo de la
poesía para fijar por escrito todo aquello que huye, y de lo que sólo queda una
palabra al margen, un resto. Ese mismo residuo hace que la atmósfera del libro
sea claustrofóbica. Laia López tiene la capacidad de sitiar al lector, de
aislarle, como si estos poemas sólo pudieran ser leídos en una habitación
cerrada. Bien podría aplicarse aquella definición de Álvaro Valverde cuando se
refería al último libro de Rafael Fombellida. Son, como ellos, “poemas a tumba
abierta”. Deriva es un recuento, un ajuste de cuentas en segunda persona, una
reflexión sobre la identidad. Una identidad encerrada y en caída perpetua, en
donde el lenguaje ocupa un lugar esencial. Además, la forma que adoptan los
poemas, en minúsculas y prácticamente sin puntuación, hacen que el lector los
reciba como un discurso interrumpido. Más que versos, aquí las palabras son
auténticos golpes. Igual que las enumeraciones, que se suceden con frecuencia.
Vaya por delante que tanto la enumeración como la ausencia de puntuación me
han parecido siempre dos recursos peligrosos. En muchos casos, lo único que
logran es marear innecesariamente al
lector y convertir el poema en una monótona verborrea. Todo lo contrario que en
Deriva. Es la forma que adoptan porque es la única manera de trasmitirlos. Por
eso Deriva es un libro tan bien escrito. Y por eso sus poemas nos alcanzan con
esa intensidad. Lo demuestra así: “buscaste una casa/ y encontraste/ la
prolongación/ infinita/ de una sombra”, “destruyes/ la memoria/ cada vez que la
narras”, “Sísifo esperando/ el derrumbe/ de la montaña”. O en esta poética:
“forzada a ver/ forzada a distinguir/ forzada a amotinarte/ en la escritura”.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio