27.5.11

Indignación

Lo vivido esta mañana en Plaza Catalunya es indescriptible. Indignación, sí, y más cosas. Una mujer de unos setenta años, delante de un furgón de los mossos, que aceleraba. Y toda la gente acercándose a protegerla. Indignación, sí, y más cosas. Gente en el suelo y mossos dando a diestro y siniestro. Indignación, sí, y más cosas. Políticos que se echan la culpa de la intervención policial de de esta mañana. Indignación, sí, y más cosas. Operación de limpieza que luego ha dejado más sucia la plaza. Ingnación, sí, y más cosas. Para una vez que esta plaza daba de sí, una plaza más bien fea, que por días merecía la pena pisarla. Indignación por los robos de ordenadores y comida.

En serio: nos estamos jugando mucho.

20.5.11

15M

La pregunta no es dónde está el límite, sino quién lo sitúa. Quién nos dice qué es jornada de reflexión y en qué consiste. Quién, en defintiva, tiene la fórmula que define lo que es una democracia. ¿Acaso es democrático que se publiquen periódicos este fin de semana o que se emitan vídeos manipulados el día de las elecciones? ¿Respetan la legalidad? ¿Son constitucionales? Que me lo expliquen. O mejor, que ya no lo hagan. Prefiero volver, otra noche más, a Plaza Catalunya.

8.5.11

Marsé

Hay quien opina que la mejor literatura en castellano del siglo XX no se encuentra en España, sino en Hispanoamérica. No les falta parte de razón. La sombra de Borges, Cortázar o Vargas Llosa es, como suele decirse, demasiado alargada. Sin embargo, qué duda cabe, hay un buen puñado de escritores españoles que están o han sabido estar a la altura. Pienso, ahora, en Juan Marsé, quizás el autor más interesante de ese siglo ya concluido. Acabo de leer su Caligrafía de los sueños, su última novela. Sin ser la mejor, es, sin duda, una de las piezas mejor escritas por el autor de Últimas tardes con Teresa. Me fascina su dominio del lenguaje, su manera de combinar fondo y forma. Su habilidad para contar y, a la vez, mejorar la lengua en la que escribe. Sus diálogos y los recursos literarios que convoca para que el lector esté ahí, dentro de lo que narra. Leer a Marsé no sólo supone acercarse a la mejor novelística del siglo XX. Es, más bien, un homenaje a la propia literatura.
Como explicaba ayer sábado Rafael Reig, en su artículo del ABC cultural, "cuando cierras un libro, vienes de muy lejos. Has sido otro. Ya no puedes ver con los mismos ojos tu casa, tu colegio, a tu familia ni a esa persona que tú creías ser. Nada es para ti igual a como era cuando te fuiste". Esa es, básicamente, las sensaciones que uno experimenta al leer a Marsé. Lo conocido se vuelve extraño, se amplia, se enriquece, se universaliza. Eso creí al remontar Torrent de les Flors, una calle cercana a mi casa que, desde ayer, ya forma parte de un escenario distinto. Vivo en el barrio de Gracia por partida doble.