29.3.10

Cuaderno cubano



Gracias a un centro geodésico llamado Jordi Corominas i Julián, nos reunimos unos cuantos amigos, cada martes, en un bar cubano de Gràcia. Uno de ellos, Sergi Bellver, a quien me parece haber conocido desde siempre, lleva un cuaderno que abandona en mitad de la mesa, para uso y disfrute de los asistentes. Ahora publica un blog con algunas de las anotaciones que se suceden cada martes.


21.3.10

Fombellida

El poeta cántabro Rafael Fombellida publica Isla Decepción, en la editorial Pre-Textos. Un libro, para bien, difícil de encasillar. Por cierto, algunas de las páginas de este dietario fueron publicadas en la revista Kafka. Como él mismo explica, Isla Decepción se dirige hacia el "misterio de la existencia desde un alejamiento desde el cual, paradójicamente, se ve todo más claro".
Por la parte que me toca, diré que Fombellida es un poeta excelente, un escritor con una enorme capacidad de análisis. Le conocí en Morille, hace ya algunos años. Desde entonces, como suele decirse, le seguí la pista. Pude compartir con él, y con otros amigos, una noche inolvidable en Santander, cuando presentó mi libro.
Espero tener, bien pronto, su Isla Decepción entre las manos.

13.3.10

Jambrina

Luis García Jambrina estrena web y blog, De la piedra el eBook. La página, creada por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, se centra en su novela El manuscrito de piedra, aunque dispone de muchos e interesantes enlaces. Me alegra que se haya unido a la red y lo haya hecho, además, con una página de esa altura. Jambrina fue mi profesor de referencia en Salamanca y, con el tiempo, también uno de los pocos con quien la relación fue más allá de las aulas. Rectifico: fue el único.

Pd: rescato una frase de su blog que cacé al final de una entrada: "En todo caso, lo que de verdad importa es que cada vez haya más lectores y que la literatura pueda seguir su camino, en el soporte que sea: piedra, papel o ebook".

¡Feliz singladura!

7.3.10

Poesía en el borde

En el prólogo a Anábasis, de Saint-John Perse, José Antonio Gabriel y Galán se refería al poeta francés como un fenómeno al borde del camino. No expreso originalidad alguna si digo que todo escritor habla de sí mismo cuando escribe sobre otros autores. Esta, me temo, no sería ninguna excepción. La obra literaria de José Antonio parte de ese punto limítrofe, porque, como Perse, conoce esa raza establecida en las pendientes. En sus novelas dicho interés se ve muy claro: recordemos a El Roto, de A salto de mata, o a Don Pedro, en El bobo ilustrado. Si parece clara esa permanencia fronteriza en sus novelas, lo es también en el resto de su obra. Se persigue, ante todo, el espacio del exiliado. Lo único que varía es el enfoque que adopta para observarlo. En ese sentido, los tres libros de poemas que publicó José Antonio mantienen como premisa esa estética en el borde, tanto Descartes mentía (1970-1974), como Un país como este no es el mío (1976) o Razón del sueño (1985). Probablemente sea erróneo buscar una pretendida unidad entre los tres libros. Mejor sería encontrar esa misma uniformidad por separado. Cada libro actúa de manera independiente, única. Quizás sea esa una de las razones por las que es difícil abordar la obra poética de un autor al que se puede considerar, antes que nada, poeta.
Como dijimos, esa heterogeneidad es manifiesta en la obra poética de Gabriel y Galán. Por ese motivo, me parece oportuno centrarme en sólo uno de los tres libros, Razón del sueño, escrito en 1985 y publicado por primera vez junto a sus dos libros anteriores en el volumen Poesía (1970-1985) (Editora Regional de Extremadura, 1988). El hecho de que no se publicara por separado, como los anteriores, ha jugado en su contra. Debería haber sido editado independientemente, más aún si pensamos que Razón del sueño es su mejor libro de poemas. Un libro casi definitivo en donde da buena cuenta de su calidad literaria, en su dominio del lenguaje y de la imagen y en su capacidad de mantener un tono profundamente evocador, meditado y sereno. Estructurado en tres partes (Transparencias, Razón del sueño y Contemplaciones), Razón del sueño abre con el poema «Anatomía del llanto», que da la justa medida de lo que será el libro. Comienza con el siguiente verso: “En cierta ocasión de octubre te despiertas llorando”. Se trata, en definitiva, de diseccionar una emoción, de explorar las razones y también las consecuencias de la tristeza, del dolor o del sufrimiento. De ahí que se prefiera un paisaje perdido, a punto de extinguirse, un lugar a la deriva construido de restos y posos, de ruinas. Para ello, no tenemos más que leer uno de los mejores poemas que integran el libro, «Peces enterrados», donde el poeta se pregunta qué quedará cuando ya haya pasado todo, cuando sea el recuento de lo vivido lo único perecedero. Su actitud, ante todo, es la del poeta que duda. Esos lugares, decimos, se encuentran en el hueco, en la grieta, en el surco o en la propia fractura. No es extraño, en ese sentido, que el sueño sea el símbolo principal del libro, un estado fronterizo, en el límite de la conciencia y lo irracional. Ese transcurrir, como el sueño, no es lineal, ordenado. Adopta un tono de falsa quietud o de movimiento estático. En poemas como «El grito» (en homenaje a Munch) o en «Sobre el agua» el modelo que se sigue es el de la tensa armonía, un acontecer sin que, en apariencia, nada haya ocurrido, como leemos en el tercer poema de la segunda parte: “Subo a mi casa absorto,/ inesperadamente envejecido”. Hay en todo el libro un proceso de despersonalización, como si el poeta decidiera alejarse para, al fin, comprender el centro.
Otros méritos deben ser citados, como la plasticidad, la expresividad lingüística o la intertextualidad. Todo ello hace que Razón del sueño sea un libro esencial. Como el resto de su obra, aún sigue a la espera de ocupar el espacio literario que se merece.
(Publicado en el suplemento cultural Trazos, 6-3-10)