30.11.07

Los flecos

Una velada estupenda en l´Horiginal, arropado por amigos, que es lo que tenemos cuando aún tenemos todo. Me recordó a aquel recital en Anaïs, en Granada, o el de La Tertulia. O retrocediendo, cuando leía en el Alcaraván, en Salamanca, o comenzaba a recitar en el Aula Magna de la facultad de filología. Me viene a la memoria aquella vez que leí por primera vez en un café, con un par de amigos, imaginándonos cómo sería recordar todo esto muchos años después.




27.11.07

En l´Horiginal

Mañana miércoles, a las 20:30h, en el café teatro l´Horiginal (c/ Fernandina, 29), doy un recital poético. El lugar de lectura es sumamente agradable, así que siempre es agradable tomarse una copa de vino por allí. En diciembre, será en la librería Fondo, en Gràcia. Lo dicho, si andáis por el Raval o salís del Macba…

19.11.07

Apuntes sobre poesía joven

La carta de Martín López-Vega en Clarín, colgada en su blog (hoy eliminada), me dejó poco perplejo. Lo raro, pensé, es que esto haya trascendido y llegado hasta nosotros como si de una justa literaria se tratara. Es una pena, me digo, que la poesía joven siga manteniendo los peores defectos de sus precedentes, toda esta historia de justificarse a través de la negación de lo demás. Parece una dicción, algo que aprendes si quieres formar parte de ese “cogollito” de escritores que aparecen luego en muchos de los saraos literarios de la geografía española. Me temo que es un mal que nos acecha desde cualquier rincón, venga de donde venga, llámese poesía de la experiencia, de la diferencia, o del Cristo resucitado. No obstante, lo que nos ha tocado a nosotros, los de abajo, es intentar abrirnos paso en un campo de minas, sembrado por aquellos escritores que para justificar su poética han intentado consolidar su escuela. Como comentaba hace unos días con un amigo, lo peor de la poesía de la experiencia no es la obra literaria que nos ha legado (discutible, en todo caso), sino sus secuelas. Han creado una especie de poesía clónica, con menos edad pero con apariencia de haber vivido mucho, que se está haciendo con las riendas de lo que entra o no entra en la poesía actual. Podría dar, a bote pronto, un par de líneas con nombres, si bien sería un humilde reconocimiento (hay que decirlo: se crecen, se sienten estupendamente en la crítica). Esta es una de las razones por las que aquellos escritores de cuarenta o cincuenta años a los que acudo con frecuencia prefieran permanecer al margen de las novedades literarias de los “jóvenes”.
Pienso, ahora, en Granada, la cuna, una ciudad que, por otra parte, me quitó de un plumazo todo el lodo salmantino que traía a cuestas. Granada se ha convertido en una ciudad para jóvenes poetas, pero no para poetas a secas. Sin más. Aun así, hay excepciones, como la de Rubén Martín, entre otros. Esos otros poetas jóvenes que habito de tanto en tanto. Por eso, siempre es una estupenda noticia recibir la próxima publicación del libro de David Vegue y Eduardo Hernández, en una colección cacereña, el recital de Óscar Borona en Salamanca, la poesía juglaresca que no se detiene, del catalán Josep Pedrals, la obra sugerente del extremeño Julio César Galán o la sorprendente madurez literaria de Alberto Santamaría. Hablo de los que están, aunque no enumere a otros tantos que merecen ser citados. Lástima de blog aquel que sólo hable sin parar.

18.11.07

Dulce pájaro de juventud

La foto está tomada frente al monumento a Unamuno, en Salamanca. Los de la foto éramos cinco amigos. Ya nos hicieron caer en la cuenta de que todo aquello no era sólo ingenuo, sino prepotente. Tendrían razón. Años después soy más consciente que nunca. Y sin embargo aquella instantánea me resulta en este momento necesaria, porque reunió a unos cuantos amigos que hablaban por primera vez al mundo. Lo mejor es que todos (creo) hemos conseguido salir de aquella foto, para volver a ella y mirarla, como ahora, sin nostalgia.

6.11.07

A los 80

Vuelven a menudo ciertas canciones de infancia, en esa imprecisa década de los 80, años en los que mezclo la suposición con la memoria, un recuerdo intuitivo y a la vez nítido. Una década que nació en un barrio barcelonés y acabó en Plasencia. Un tiempo que comenzó rodeado de pisos y trasporte urbano y terminó rodeado de peñas. Que despertó con el asfalto y se fue con el musgo. Una década en donde aprendí las posibilidades de todos los sentidos. El oído, por ejemplo, al escuchar una ciudad a primera hora de la mañana y el silencio siempre cercano de una urbanización de las afueras. El olor a tierra mojada imposible de percibir debajo de tierra. Y sin embargo, casi dos décadas más tarde, persiste un viejo oficio de emigrante, no de apátrida, porque la patria es algo que viene con facilidad, escuchando ciertas canciones de infancia, en esa imprecisa década de los 80, años en los que mezclo...

Albert Pla

Interesantísimo artículo de Albert Pla en El Periódico de Catalunya. Y que cada uno se sitúe en su sitio. ¡Bien por él!